En la primera planta del Centro Pompidou, todo el mundo desea sus cinco minutos con Frank Gehry (Toronto, 1929). Le ríen las gracias, le persiguen por todos los rincones, se toman selfies junto a él y le agarran del brazo para apartarlo de la multitud. El arquitecto se deja llevar, exhibiendo una sonrisa inoxidable y esquivando las decenas de maquetas que forman parte de la retrospectiva que le dedica el museo. Hasta que, unos minutos después, lo descubrimos derrotado, sentado en el único punto ciego donde podrá tener algo de paz. Al descubrir que tiene visita, se reincorpora. “Pregúnteme lo que quiera”, solicita con otra sonrisa….. [ELPAIS.com]