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'Out of Time', entrevista a Peter Eisenman / Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

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Hace pocos días, Peter Eisenman recorría las obras de la Ciudad de la Cultura en Santiago de Compostela. Tres de los seis edificios de los que consta el complejo (Biblioteca, Archivo y Edificio de Servicios Centrales) están ultimándose y se pondrán en uso durante 2010, mientras continúa la construcción de los que acogerán al teatro y al museo y el recubrimiento de las espectaculares cubiertas de cada uno de ellos. Contando con la colaboración de Andrés Perea como arquitecto local, Eisenman explica que en su despacho en Nueva York se 'continúa examinando el proyecto, corrigiendo errores. Controlar un proyecto de esta escala, el número de detalles, implica que muchas veces no tengamos la certeza sobre el resultado de algo hasta que está construido'. Una sensación de lento proceso de creación de un orden vibra en el exterior del colosal complejo, sito sobre el monte Gaiás, que hace recorrerlo especulando cómo se articulará su controvertida realidad futura.

-De la solidez de la piedra que define el exterior se traspasa a los luminosos espacios interiores, donde se percibe latente una especie de energía que está como aguardando a aparecer con el uso.

Este proyecto comparte el sentido de espacio con el Memorial del Holocausto de Berlín, que conceptualizamos sin considerar la presencia de personas en su interior, pero cuyo espacio la gente ha animado de maneras totalmente inesperadas , en absoluto asociadas a un memorial: toman el sol, meriendan, saltan sobre las losas, hacen el amor … Te preguntas cómo puede estar pasando, asumiendo erróneamente que la arquitectura va a condicionar el comportamiento de la gente. Tal vez aquí adentro hagan carreras entre las mesas, los niños jueguen al escondite tras los estantes… A la gente no le importa que sea una biblioteca. La arquitectura no es prescriptiva.

-¿Es esta esa noción de indeterminación a la que usted alude?

Sí, ésa una cualidad que siempre deseo. Significa que no hay principio, no hay final: se mantiene en continuidad. Este proyecto podría definirse con la palabra ‘indecidible’: el espacio es alto, después bajo, luego ancho, luego estrecho… Esa indecibilidad es la que confío que genere entre los usuarios un sentido de libertad que se oponga a la sensación de restricción que trata de imponer normalmente la arquitectura. Colecciono grabados de Piranesi y éstos, con su movimiento, su fluidez, han sido una referencia en este proyecto.

-¿La realización de este proyecto ha producido alguna nueva idea en su arquitectura?

Nuevas no, diferentes. Ahora estoy trabajando en un nuevo proyecto y un nuevo libro. Tengo entre manos algunas ideas, pero prefiero no detallar de momento. Tengo algunos proyectos que se limitan simplemente a complacer a clientes que quieren ‘un Eisenman’y, como Eisenman no tiene ideas nuevas cada día, repetimos algo que ya hayamos hecho antes. Mi proceso de trabajo actual consiste en revisar ideas antiguas y revisitarlas. Yo soy totalmente contrario a la idea de ‘lo nuevo’. No considero por eso la Ciudad de la Cultura un nuevo proyecto, ya que para cuando esté construido representará una idea antigua, pero no será viejo, sino que mantendrá una cierta cualidad más allá del tiempo.

-Clientes quieren ícono. Y usted no niega ser un arquitecto mediático.

Me opongo a la arquitectura icónica. Existe un significado de ícono que hace que Le Corbusier, Wright, Picasso, Piranesi…lo sean, pero uno no puede diseñar un icono, excepto como algo kitsch, o cliché. Y eso es lo que hoy tenemos en todas partes del mundo, y la razón de que esto sea así es porque los clientes desean salir en las noticias y los periodistas quieren imágenes nuevas, y que sean imágenes espectaculares. Y los arquitectos se han sometido a esa dinámica.

- Sin embargo la Ciudad de la Cultura no se explica únicamente mediante la imagen impactante de un objeto arquitectónico. Precisa de una elaboración conceptual más densa.

Sí, sí es un proyecto icónico. Ésa es la desgracia de todos los edificios que perduran. En 20 años, este edificio será un icono, porque cualquier cosa con una calidad intrínseca automáticamente se convierte en eso. Por eso cambian las cosas: la gente se harta de los clichés establecidos. Pero el ícono resiste a ser asumido como cliché, aunque pueda acabar convertido en ello.

‘Out of time’: ése es el término con el que este arquitecto nacido en 1932 define su posición. Afirmando que su edad y su actitud mental le hacen ajeno a este momento que considera enteramente perteneciente a otra generación. Ahondar en los matices de esa expresión respondiera tal vez a la pregunta de ‘qué significa hoy Peter Eisenman. En todo momento, él sabe quién y qué es Eisenman y subyace una explicable coherencia entre sus propias paradojas, que el fundamento central de esa actitud suyo sería haber marcado sus distancias entre sí mismo y los significados que este tiempo ha dado a las cosas, para seguir estando ahí pero evitando que las concesiones alteren excesivamente la sustancia fundamental de lo propio.

'Soy incapaz de manejar con soltura una blackberry, enviar sms, no sé twittear…Éste no es ya mi tiempo sino el de la gente joven, y si quiero mantenerme creativo dentro de él lo que debo hacer es un détournement: mirar atrás, no pretender ubicarme en este tiempo, retroceder al que fue el mío y hacer lo que hice entonces, pero de otro modo, obteniendo diferentes resultados' afirma.

-¿Y qué ve de este tiempo desde esa presencia ausente?

Enseño a Palladio pero mis alumnos prefieren aprender las formas de Zaha Hadid, únicamente para copiarlas. Esto refleja el nivel de voracidad de nuestra sociedad, la inexistencia de ideología. Paradójicamente, es una generación brillante pero sin sentido crítico, absolutamente adquisitiva: únicamente ambicionan aquello que son y tienen los arquitectos que ven en los medios. Nos sobresatura la información pero no tenemos tiempo para asentar nuestro pensamiento. La gente cree en los medios, de los que obtienen estimulación y comunicación, y nos hemos obsesionado con el efecto, el deseo de algo material que palpar, gozar… El efecto ha remplazado al concepto y mi trabajo es anti-efecto, o mejor dicho: el concepto es efecto y el efecto es concepto.

-Usted pone como ejemplo de esta diferencia entre el espíritu y actitud mental actual y la de ese tiempo que considera propio su pasión por las obras literarias de larguísima extensión, y establece una analogía entre el efecto de la experiencia de cada lectura y su forma de concebir la arquitectura.

¿Quién tiene hoy el tiempo y la paciencia para leer un libro de 600 páginas? Leer libros de gran extensión genera un efecto totalmente envolvente que creo que relatos de menor extensión no logra producir. En un proyecto a gran escala pueden crearse estratos de densidad de conceptualización que conducen al efecto de una manera que no sería posible en un proyecto menor. Como arquitecto comencé haciendo casas, y gradualmente comprendí que si deseaba avanzar, debía cambiar la escala en que trabajaba. Algo que hace interesante la Ciudad de la Cultura es que es un proyecto integrado por seis edificios y es preciso controlar a la vez los diferentes estratos de control que existen en torno a ellos, que separadamente parecen no tener relación, pero que si se observan detenidamente comienzan a adquirir un sentido unitario. Este ejercicio de tratar de controlar seis edificios es algo conceptualmente comparable a leer a Dostoiesvky, cuyas historias jamás podrían narrarse en 50 páginas.

-Desde su perspectiva, ¿estaría la arquitectura atravesando una crisis?

Estamos 'fuera de tiempo'. Es un mal momento, muy poco interesante, pero no creo que la arquitectura esté sumida en una fase crítica. Va a sobrevivir, pero va a tener que cambiar. Deberíamos tratar de situarnos en nuestro tiempo, y entender qué significa. Vivimos en una época de incertidumbre: el post-estructuralismo nos dejó sin verdades, tampoco hay dios. ¿En qué vamos a creer? ¿Cómo vamos a tener ideales que importen si no hay verdad, ni valores trascendentales y cuando nos desplazamos de lo trascendental a lo inmanente también pasamos a territorio peligroso?

 

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Publicado en ABCD las Artes y las Letras - Número 923

 

 

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