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Imágenes de la exhibición 'Yes is more' >>>

Encarar la crítica hacia un personaje que vive antes de ser una celebrity que de su obra, hacia un arquitecto que se ha auto-gestado como estrella y vive a través de los medios, se hace desde la certeza de que éste utilizará cualquier línea escrita sobre él como un trofeo, al margen de lo que se diga en ella. Para una generación que vive en y de la inmediatez, la crítica es útil por el provecho que reporta el que se hable de uno, aunque sea mal (o sin que se entienda o interese realmente qué es lo que está diciéndose de uno).

El Dansk Arkitektur Center presenta actualmente (hasta el 31/05/09) una exposición dedicada a BIG, el estudio dirigido por la figura que puede considerarse el paradigma de la generación facebook y la solución producida por una sociedad que busca compulsivamente referentes – ídolos de fast food: Bjarke Ingels. Producto sintomático de los tiempos actuales y de un sistema que fabrica sus propios Paris-Hiltons, una estrella surgida de esa especie de reality virtual en la esfera de la arquitectura, esa especie de 'operación triunfo' en el que se encumbra a un ganador de vida efímera cuya producción arquitectónica tiene un lugar secundario frente al poder del carisma de su figura, Ingels es alguien que ha sabido aplicar magistralmente los burdos procedimientos precisos para situarse en la primera línea de la celebridad. Con 'Yes is more', título de esta exposición y el 'archicomic sobre la evolución arquitectónica' que le acompaña como catálogo, Ingels reconfirma hoy mismo que es el nuevo campeón del dominio de las estrategias mediáticas en arquitectura.

Nacido en 1974 e impregnado por ese estado del espíritu de nuestro tiempo, que hace que no sea necesario perder el tiempo en buscarle la sustancia a nada porque se puede ser famoso sin un pretexto concreto o desde la mera autoproclamación de algo siempre que se disponga de la parafernalia necesaria para representar eso que se dice que se es, la estrategia de Ingels se ha basado en suplir experiencia y la consistencia de una obra construida en haber hecho creer que su actitud es la del individuo que apela a la audacia, al salto sin red. Proyectos a una escala colosal, estructuras masivas que apuntan a un más-difícil-todavía formal pero en las que no debe en modo alguno verse ninguna suerte de expresión idealista o experimentación visionaria, sino simplemente respuestas elementales concebidas a lo grande surgidas la deglución rápida y pasmosamente literal de conceptos y su posterior regurgitación con golpe de efecto.

Obstinado en edificios-objeto de falsa complejidad, Ingels está ahí donde se haya producido algún acontecimiento con alcance global y allí donde la arquitectura es comprendida como actos a escalas colosales y una imposición hegemónica. Ante el conflicto que provocó la publicación de unas caricaturas de Mahoma en un diario danés, BIG respondió con el proyecto para un masivo complejo de edificios, desproporcionado para la escala urbana de Copenhague, que deberían servir para generar una integración intercultural. Edificios cuyo supuesto valor es el ingenio de deber su estructura a una forma tipográfica. El ambiciosísimo proyecto de Zira Zero Island, que aspira a hacer de la imagen arquitectónica la metonimia que proyecte globalmente a la ciudad.

Paradójicamente, los proyectos construidos como el Maritime Youth House (una especie de trasunto de la Terminal Portuaria de Yokohama de FOA) o el Hospital Psiquiátrico Helsingor (en donde la 'genialidad' radica en haber definido el cromatismo del interior tomando la paleta de colores de un 'artista muerto y loco', Van Gogh), exceptuando tal vez el edificio de viviendas VM y obviando el insulso proyecto de rehabilitación para el Sjakket Youth Club, no se detecta el paroxismo formal de sus grandes ideas. Ninguna de sus promesas está verdaderamente cumplida. No obstante, qué parece importar eso.

'Habiendo diseñado más de 200 proyectos en 8 años, hasta la fecha sólo hemos construido 8 y tenemos 3 en construcción (entre ellos el pabellón danés para Shangai Expo 2010) .-dice.-. Eso representa un porcentaje del 5%. Para asimilar una estadística tan patética hemos aprendido que una buena idea nunca muere en vano. No hay modo de decir dónde o cómo retornará como una nueva oportunidad. Nos confortamos diciéndonos que los designios de la arquitectura, como los de dios, son inescrutables'.

En la introducción de ese catálogo-cómic, Ingels se auto-presenta desde la estatura de héroe, como uno más en una línea de individuos de la era contemporánea que con una frase han movido al mundo. La suya se ensarta en la historia de la arquitectura y la política, en el golpe fascinador y provocador que supone sumar a Mies Van der Rohe con Barack Obama, 'Less is more' y 'Yes we can': 'Yes is more'. A lo largo de las páginas, Ingels explica el proceso del que han surgido algunos de esos 200 proyectos retratado en ademanes de avasalladora vehemencia, enfatiza repetidamente cómo sus clientes fueron deslumbrados y 'adoraron' la idea, cómo se trata de conceptos inéditos en la historia de la arquitectura – o afirma sin titubear que ha redescubierto formas tradicionales mediante 'inteligencia contemporánea'-. Su discurso está impregnado de tópicos; sus estructuras efectistas evocan los peores tics posmodernos; su arquitectura está impregnada de transliteraciones y de la arrogante insensatez de quien cree no necesitar ni del conocimiento ni de las dudas, de quien tiene la convicción de que la arquitectura se hace sólo con la primera capa de superficie de la realidad. Y es en cierto modo inevitable no admirar su desfachatez, su descaro para simplificar los conceptos, reducir la historia reciente de la arquitectura a eslóganes y situarse sin el menor sonrojo como una pieza de la dinastía arquitectónica contemporánea.

A pesar de ese intento de situarse como en un punto cúspide de una línea evolutiva arquitectónica, su forma de comprender nuestro tiempo supone una completa involución reduccionista. Presentándose como un descarado optimista radical y eligiendo el formato de cómic para narrar sus proyectos y exponer su ideario delata que su noción de lo presente está reñida con toda posibilidad de densidad de pensamiento, dando por hecho que vivimos en tiempo de lecturas rápidas y literales, y complaciéndose en la errónea idea de que el presente es un tiempo de frivolidad.

Podría decirse que Ingels padece pecados de juventud, que está desarrollando sus primeros proyectos, pero en esta exposición y con este libro desvela que tras su maquinaria de producción y el barniz de última tecnología y 'coolness' subyace un concepto totalmente anticuado de arquitecto. Donde subyace el verdadero problema con Ingels no es en la elementalidad intelectual, ni en su arquitectura de eslóganes sino en que él y muchos de sus coetáneos han inventado una trampa sobre la contemporaneidad, y detrás de su despliegue y uso de la tecnología se vislumbran todos los usos de los star-architects que impiden la verdadera innovación y no dan respuestas factibles a la sociedad actual. Su existencia únicamente sirve para persistir en ese estado de idiotización que elude la obligación de un debate real y ocultar la imposibilidad de la arquitectura para asumir los desarrollos tecnológicos como fundamento para un trabajo serio, más allá de ejercicios inspirados por Legos, Tetris y otros infantiloides juegos de creación.

 

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Publicado en ABCD las Artes y las Letras - Número 902

 

 

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