Buenos Aires / Argentina |
NODO 17 / por Juan Ramírez Guedes [19/09/08] |
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Sin duda la palabra sostenible se ha convertido, de un tiempo a esta parte, en un adjetivo imprescindible para cualificar cualquier propuesta que pretenda disfrutar de algún grado de consenso mediático en el ámbito de la arquitectura y el urbanismo. Es indudable también que ello corresponde a una nueva sensibilidad que emerge con insistencia, impresionada ya por los más que evidentes problemas medioambientales (paisajísticos, ecológicos, energéticos, etc.) que cada vez con más peso se ciernen sobre el planeta. Sin embargo, esta caracterización de sostenible, aplicada a la arquitectura, muchas veces no es más que un adorno o un mero subrayado de algunas condiciones que la buena arquitectura verifica ya de suyo, un subrayado de finalidad más publicitaria que técnica. En otras ocasiones también, una así denominada arquitectura sostenible no es otra cosa que una arquitectura banal revestida de determinados aditamentos tecnológicos que la hacen sostenible desde el punto de vista del ahorro energético, la adecuación de los materiales, la gestión de residuos etc., atributos realmente apreciables, pero que no son en si mismos garantía de una respuesta cualitativa general en términos de calidad arquitectónica confrontada con la cultura contemporánea. Así pues, esta idea de lo sostenible aplicada a la arquitectura en tanto que ésta es una práctica compleja que trasciende de la pura acción técnica a dimensiones culturales más amplias, no es en realidad una escala de referencia de valor constante sino que más bien es una idea móvil e indefinida o indeterminada en su verdadera significación, una idea, por así decirlo borrosa, una noción que más que una posición fija en una escala de valores representa una escala móvil que debe ser definida en cada proyecto, códigos técnicos aparte, donde en cada ocasión la arquitectura debe buscar ese grado preciso de interacción con el ambiente, el entono, la ciudad, la naturaleza o en definitiva el lugar y a su través con el mundo y con el tiempo, interacción no sólo fisico-técnica sino holística incluyendo en este concepto los aspectos no medibles ni cuantificables, los aspectos más atmosféricos (en el sentido de Peter Zumthor) y culturales de la complejidad del espacio contemporáneo. Creo que en este empeño podemos situar la actividad de Nodo17, estudio de arquitectura radicado en Madrid que en un pequeño manifiesto titulado Áreas en movimiento, declaran como ejes de su interés y de su producción: el tiempo, los fenómenos irreversibles, el espacio libre/público, la construcción, el usuario, la naturaleza…” en un planteamiento que entiende el proyecto como una instancia a confrontarse con la mutación, con los procesos abiertos, con los espacios intermedios, con la naturaleza transfigurada por el artificio. Nodo17 fue fundado en 2002 por Manuel A. Pérez Romero, joven arquitecto natural de Santa Cruz de Tenerife y titulado por la Escuela de Arquitectura de Las Palmas en 1998 y en la actualidad profesor de Proyectos Arquitectónicos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Alcalá de Henares. Dirige Nodo17, estudio de arquitectura concebido como una plataforma de configuración variable en la que habitualmente colaboran diferentes arquitectos y profesionales de otras disciplinas, adoptando una geometría móvil en función de cada proyecto en busca de una transversalidad que como se afirma sea capaz de adoptar una mirada oblicua. Esta práctica arquitectónica que se realiza muy especialmente mediante a la concurrencia a concursos (en los que ya se ha obtenido el primer premio en tres casos) y que acreditan las obras y proyectos que acompañan a este texto, en su posicionamiento y su metodología verifica entonces, como se planteaba líneas arriba, la actitud atenta, en cada caso, a la medida más adecuada, a la escala móvil más precisa con la que establecer una siempre específica interacción entre proyecto y lugar, entre proyecto y programa, entre proyecto y técnica… Operaciones como el Estudio M, estudio para pintura construido en la isla de Tenerife o La casa del Amor, vivienda unifamiliar construida en la Moraleja, Madrid, donde la presencia del paisaje y la naturaleza es indiscernible de la idea de arquitectura inserta en su espacio fluido, a los proyectos de concurso como De flor en flor para la rehabilitación del barrio de las Margaritas en Getafe o el Poli-Parque, proyecto de parque y polideportivo en Salamanca, donde ese sustrato interactivo con lo natural codificado no sólo se manifiesta en la idea sino en la propia forma y materialidad de la arquitectura proyectada, van en la línea de un planteamiento más complejo y versátil de lo sostenible, donde la sostenibilidad no se asume como el resultado de sistemas superpuestos a la arquitectura sino como rasgos y datos internos e indiscernibles del concepto del proyecto. Otras obras que presentamos también aquí abordan la problemática más específicamente urbana como el proyecto de doce torres en Vallecas, 174 viviendas para jóvenes y familias, ya construidas, que aborda el tema de la vivienda colectiva proyectando una unidad urbana donde se vincula estrechamente la vivienda con el espacio colectivo libre incorporando en él diferentes elementos que aportan complejidad escalar al conjunto, como, por establecer un referente, en el caso de la manzana de Makuhari de Steven Holl. Vencedor del primer premio en concurso, el proyecto del IMAM, Instituto de la Mujer y Archivo Municipal de Móstoles, actualmente en construcción, constituye una pieza de concreción lírica realmente enigmática. La complejidad de su volumetría plegada y accidentada y lo geológico de su forma aristada, determinan una configuración poderosa y de gran fuerza formal que en su encuentro con el suelo genera un pliegue, un espacio intermedio que permite que el vacío penetre en su interior. Las entregas de su peso al suelo, se verifican en este segmento mediante esbeltos soportes inclinados que le otorgan a la pieza una interesante ambigüedad gravitatoria (de otro orden, no obstante, a la que podemos admirar en el Caixa Forum de Herzog & De Meuron en Madrid) una oscilación del espacio y la materia que nos permite reconocer también aquí una escala móvil.
Juan Ramírez Guedes. 2008
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