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Causa común / Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste [14/02/11]

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El pasado 25 de enero se presentó dentro de Madrid Fusión El Bulli Foundation, el planteamiento para una redefinición del concepto de restaurante-laboratorio creado por Ferrán Adrià cuyo objetivo es devenir un pionero think-tank para el desarrollo de una creatividad gastronómica de vanguardia, y del que forma parte el proyecto arquitectónico diseñado por Cloud 9, el estudio dirigido por Enric Ruiz-Geli.

La expectación ante la presentación de un proyecto arquitectónico que se prometía revolucionario, acorde con el concepto creativo de elBulli, comenzó a modelarse con la primera comunicación emitida, anunciando la alianza entre Ferran Adrià y Enric Ruiz-Geli , reflejando el poder que la propaganda desempeña en nuestra sociedad aplicada a la cocina de los egochefs y la actividad de los star-architects. Ubicuo chef y eterno aspirante a arquitecto estrella en la categoría de visionario posaban en esa nota de prensa en un retrato doble, con sendos atuendos negros y miradas fijas en el objetivo, como comunicando el vínculo de dos mentes visionarias en un mismo concepto creativo (del que no se agotan de recordar su naturaleza de avanzadísima vanguardia). Al pie de ese retrato se yuxtaponía, como una incidental inducción a analogías, otro retrato de la fusión de otras dos mentes creativas geniales: el de Robert Wilson y PhilipGlass realizado por Robert Mappelthorpe.

La propuesta para elBullifoundation se presentó como un ‘proyecto piloto’ para un parque natural y de arquitectura de cero emisiones, en el que colaborarán las empresas Telefónica y Tecnalia. Se definiría como una integración de tecnología avanzada, experimentación y sostenibilidad a través de una serie de nuevas construcciones, que se realizarían con sistemas de fabricación digital, y que estimularían el proceso creativo, la intensidad de la experiencia sensorial y el equilibrio ecológico. El proyecto transformaría elBulli en un complejo donde los comedores existentes se convertirían en un archivo histórico y se construiría un nuevo archivo; dos nuevos edificios, denominados ‘Ideario. Tunel del Conocimiento’ y ‘Experiences’, cuyas formas estarían inspiradas en diferentes especies de esponjas marinas y corales; y tres paisajes artificiales, en uno de los cuales se encontrarían dos árboles capaces de gestionar energía y en otro de ellos se crearía un paisaje marino donde se cultivarían algas que abastecerían al restaurante y producirían hidrógeno.

Aunque se encuentra aún en fase embrionaria, es posible ya analizar y cuestionar tanto ese proyecto como el significado del vínculo Adrià y Ruiz-Geli y sus reverberaciones. El proyecto se envuelve en términos tan efectistas y ambiciosos como ambiguos del tipo ‘arquitectura tecno-empática’, ‘espacios plató’, ‘arquitectura como energía pura’, ‘curar el cambio climático’… El tipo de términos de la religión de la radicalidad de la innovación y que en lugar de tener significado, tienen una función autoprotectora e inmunizadora ya que formular cualquier crítica a esta supuesta vanguardia, tanto a la encarnada por Adrià como por Ruiz-Geli, ha comenzado a ser invariablemente tachado como una reacción de conservadurismo pacato e ignorancia. Quienes se han apropiado y han redefinido los conceptos de ‘innovación’ y ‘creatividad’ en diversos ámbitos en este momento, lo han hecho de tal manera que se ha vuelto imposible cuestionar las manifestaciones etiquetadas bajo ellos, a riesgo de que hacerlo sea interpretado como una oposición a la experimentación y la evolución y a la convicción en la posibilidad de incrementar los límites materiales y teóricos de la arquitectura a través de su relación con la tecnología. Una ferocidad contra el cuestionamiento que ha llevado a no reconocer que tras determinada suerte de vanguardismos no subyace más que una reivindicación artificiosa y estrictamente elitista de la sofisticación.

En su búsqueda técnico-conceptual Ferran Adrià ha trasladado a la cocina a otra dimensión, haciendo que se transforme en una manifestación –oscilando entre experimentación artística y científica- que precisaría tal vez la acuñación de otro calificativo (los volúmenes dedicados a elBulli editados por ACTAR y Phaidon aproximan a esa definición y práctica de su concepción). Pero en el campo que aquí nos concierne, el de la arquitectura, el velo de este pseudo-cientificismo-tecnología esta encubriendo al especulador, a una especie de trilero que ajusta sus opiniones a las necesidades de última hora de la más extrema vanguardia para reafirmarse persistentemente como el definitivo visionario de la revolución.

Las simulaciones gráficas de estos planteamientos arquitectónicos pueden aparecer revolucionarias para un lego de la arquitectura –lo cual es seguramente el caso de Adrià- pero la realidad es que Ruiz-Geli, envolviendo en ese lema de tecnología , emoción-sensitividad y sostenibilidad, permanece anclado en experimentaciones desarrolladas en la década de los 90, cuyo momento álgido reflejó la exposición ArchitecturesNon Standard en el Centre Pompidou inaugurada a fines de 2003 y que hoy se refugia bajo el concepto de parametricismo (postulado por Zaha Hadid y Patrick Schumaher). El problema principal de ese formalismo, que surge a través de las representaciones especulativas realizadas a través de software, y como es el caso de la propuesta de Cloud 9 se fundamentan en analogías orgánicas, ha terminado generando, en los casos en que han sido construidas, parodias de sí mismas, puras escenografías que distan mucho de la posibilidad de aportar consistentes nuevos conceptos espaciales de habitar y sensoriales. Esa elevada terminología se materializa en propuestas de superficie, débiles, puesta al servicio del deseo del dogma de la innovación –como en el caso de la, aún inacabada, Villa Nurbs de Ruiz-Geli-. Arquitectura de simulación, que entra por los ojos del espectador y que se activa como un parapeto a un auténtico cambio paradigmático y que no hacen sino desviar un auténtico profundo desarrollo de la arquitectura contemporánea en la que debe ir más allá de respuestas en formas de virtuosismos formales y analogías literales.

Seguramente el concepto de arquitectura de Ruiz-Geli sea la traducción más exacta del concepto gastronómico que ha desarrollado Adrià. Seguramente Ruiz-Geli ha planteado la perfecta escenografía para el universo Adrià, pero algo se delata tras ella: y tal vez sea el constatar que aquí innovación y creatividad no sean sino una impostación de la complejidad que aboca a la banalidad.

 

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Publicado en el suplemento cultural de ABC, Madrid - Número 983

 

 

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