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Participar, forma activa.... / Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste [11/05/10]

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En este momento se hace sumamente necesario, indispensable, replantearse el modelo del personalismo arquitectónico sobre el que se ha basado la alta arquitectura producida en las últimas décadas. La idea del arquitecto como genio todopoderoso ha resultado en algunos remarcables y buenos edificios, pero ha dejado tras de sí una estela de desechos creados en el supuesto nombre de la buena arquitectura y de la experimentación, y que en demasiadas ocasiones han acabado poseyendo pocas diferencias con respecto esa edificación (como la producida por especuladores inmobiliarios) que no se considera dentro de esos parámetros de lo que es arquitectura y que esos todopoderosos prestigiosos desprecian. Se corrobora también el fracaso de este modelo en la evidencia de que ese modelo de despacho centrado en el protagonismo de un individuo, se sostiene de la apropiación por parte de esos egos exaltados de las ideas de sus ‘subordinados’, considerándose plenamente legitimados para ello, habiéndose auto-erigido como elegidos.

La revisión y subversión de este modelo jerárquico y verticalista vendrá dada por una reformulación – que ya está claramente en emergencia- de la idea de trabajo cooperativo y de la formación de equipos que hagan de la arquitectura una tarea de convergencia de conocimientos y estrategias procedentes de otras disciplinas, con objeto de situar a la arquitectura dentro de unos nuevos parámetros de comprensión e intervención en la realidad. Ésta es una tarea crucial y que debe llevarse a cabo seriamente, ya que esta cuestión no viene dada, como algunos sostienen, porque el arquitecto como profesional no conoce límites sino porque debe afirmarse desde la sensatez de la autoimposición de unos límites que le hagan delegar al respecto de los temas que se involucran en la arquitectura, pero que no forman parte del conocimiento intrínseco del arquitecto. Fijar esos límites de las capacidades específicas del arquitecto y aceptarlos como un factor positivo que inciten a que el trabajo pueda abrirse a la interacción con otras especialidades de manera fructífera y lejos de la pedantería esnob y cínica con la que algunos quieren redefinir su perfil profesional.

La constatación de un mundo cambiado y cambiante, simultáneamente local y global, que requiere de nuevos procesos y posicionamientos de acción parece reclamar la necesidad de trabajos que cuestionen ese caduco modelo de autoría y del significado de la producción de arquitectura. Así, en este contexto, se refuerza la necesidad de introducir en la reflexión de la arquitectura el aprendizaje que puede producirse a partir de experimentaciones que trasciendan netamente la frontera de lo construido y esbocen los nuevos parámetros hacia los que se orienta el trabajo del arquitecto y la capacidad reflexiva y crítica de la arquitectura dentro de su tiempo. Una síntesis de esas experimentaciones es la que se compila en el libro ¿Alguien dijo participar?, recientemente traducido y publicado por dpr-Barcelona, y en el que se expone la trascendencia de diferentes acciones y visiones que están abogando ‘por una re-evaluación de la arquitectura más allá de las definiciones del hecho constructivo, hacia la posibilidad de una arquitectura del conocimiento, que se va acumulando, sobretodo, por los arquitectos que evitan la práctica convencional y los no-arquitectos que realizan prácticas espaciales’. El eje del libro es el análisis de ese tipo de actividad y comprenderla cómo representar la emergencia de lo que podría constituir una importante variante de la figura ortodoxa del arquitecto, tal y como hasta ahora ha sido concebida.

La diversidad de propuestas presentadas abarca desde intervenciones urbanísticas, la elaboración de cartografías, a miradas analíticas hacia lo que podría comprenderse como marginalidad arquitectónica, la composición de definiciones para conceptos de influencia trascendente pero sumergida, investigaciones donde se hibridan actitudes entre las esferas del arte y de las ciencias sociales, investigaciones sobre el estado de ciudades en guerra y la ciudad como objetivo militar y terrorista, la organización de la fuerza colectiva frente a la rigidez de las estructuras legislativas… subyaciendo en todas ellas la voluntad de plantear una crítica a lo establecido, exponer y denunciar cómo las dinámicas de la realidad colisionan o son ignoradas por las estructuras políticas, sociales y económicas regentes.

La idea del ‘practicante espacial’ versus arquitecto que se plantea a lo largo de estos ejemplos, define al primero como un agente cuyo compromiso de acción es el de participar en la elaboración de una comprensión más compleja de la realidad, situándose en ella desde la atención a la imprevisibilidad, desde la voluntad de estudiar concentradamente las diferentes dimensiones de factores muy concretos (marginales a pequeña o gran escala) o el modo en que la creación de una situación alternativa genera una confrontación que pone en crisis a lo establecido, y en este sentido ése es el concepto fundamental que se encapsula en este libro: comprender que ser arquitecto hoy trasciende la construcción e implica en gran medida que el arquitecto se capacite para analizar cómo deconstruir las estructuras del sistema.

Una reflexión sugerida por ¿Alguien dijo participar? es que la radicalidad debe aspirar siempre a lograr la introducción activa y reactive de una desestabilización que se comprenda necesaria, pero es necesario que esto no se produzca desde los parámetros de un inconformismo de resultados meramente narcisistas y superficiales, sino desde la convicción de articular críticas y afirmar posibilidades alternativas. Por esta razón, alarman hasta cierto punto los textos introductorios de Hans-Ulrich Olbrist, quien al definir la figura del curador no evita complacerse en definir esa figura como la de un superdotado del multitasking, persistiendo en ese absurdo caduco concepto del ego portentoso; o el elogio a la idea del ‘profesional amateur’ que analiza Shumon Basar, o la reflexión sobre la importancia de la estupidez en la conformación de nuestro mundo de Keller Easterling, ambos reflexiones débiles que transmiten la impresión que posicionarse como alguien que rompe moldes, que se sitúa en los límites, producirá de por sí resultados revolucionarios, cuando la experiencia nos dice que en un tiempo en que lo revolucionario es potencialmente absorbible por el sistema situarse en una posición de concentración y trabajar sobre temas concretos es lo que finalmente resulta verdaderamente avanzado.

Los arquitectos han emprendido una huída hacia adelante, negándose a hacerse responsables de los temas que verdaderamente les incumben, para transformarse en metomentodos. Tanto el trabajo colectivo como la participación y colaboración con otras disciplinas deben tomarse como formas de trabajo comprometidas con el tiempo presente, desterrando los vicios del pasado porque si esto no sucede se transformará de nuevo en una cuestión de posturismos. Como este libro evidencia, el panorama se encuentra abierto y el flujo de información al que algunos se empeñan en controlar y hacer suya debe ser comprendido como un hecho totalmente favorable para la creación de opiniones divergentes, particulares y reactivas, activadoras, encarnando un nuevo concepto suprademocrático y participativo, de pluralidad crítica activa. Esto hará caer el cinismo y la espectacularidad vana a favor de trabajos de experimentación serios en un panorama donde la participación no sea un concepto de moda sino un hecho real, lejos de radicalismos abstractos (estériles) que sólo estarían propiciando otro modelo condenado a estancarse.

 

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Publicado en ABCD las Artes y las Letras, ABC, Madrid - Número 948

 

 

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