Buenos Aires / Argentina

inicio especiales sugerir noticia links newsletter  

El despertar del dragón / Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste [29/12/08]

archivo >>>

China está atravesando una transformación desarrollándose a una velocidad inaudita. Transformaciones urbanas - con el consiguiente impacto cultural y social que éstas conllevan - que en otros lugares tardaron siglos en desarrollarse han sucedido allí en cuestión de décadas.

A fines de los años setenta había en China menos de doscientas ciudades, hoy hay más de setecientas. Más de un centenar de ellas cuentan con una población superior al millón de habitantes. Las más pequeñas de ellas son inmensas comparadas con los parámetros de una ciudad norteamericana, colosales respecto a los de una ciudad europea.

La explosión económica de las últimas tres décadas consecuencia de las reformas de Den Xiaoping ha acelerado el proceso de reinvención, brutal y drástica, de un territorio al cual no resulta anacrónico referirse como un imperio para poder imbuirlo de las connotaciones de grandeza, magnificencia y poder, de territorio constructor de una cultura y una propia historia, erigido en su propia identidad y diferencia. Pero, a diferencia de los imperios históricos, cuyas ciudades sucumbieron a su propia decadencia o a los estragos de las guerras, China es hoy un imperio que está literalmente destruyéndose desde adentro para producir un renacer ingentemente poderoso e influyente dentro del orden del mundo global.

El factor principal que centra la curiosidad y las especulaciones que se han hecho y se van a seguir haciendo sobre el desarrollo y devenir de la ciudad china es que dicho desarrollo se está testimoniando como un hecho sin precedentes, para el que no se cuenta con parámetros de comparación, tanto por su magnitud como por la velocidad con que los cambios se están produciendo y seguramente por el error de base en el que muchos han incurrido: querer buscar paralelismos entre el desarrollo de la ciudad occidental (americana), partiendo de una lectura exoticista, para esquematizar la comprensión y fácil digestión de un fenómeno que se atraganta porque su punto de partida son otras reglas de juego.

El fenómeno urbano chino se presta a simplificaciones, a interpretaciones rápidas y frágiles, tanto desde el punto de vista de quienes formulan sus críticas desde tópicos y estereotipos, como los profetas del todo-vale quienes en nombre del progreso capitalista intentan transformar la geografía china en un laboratorio de delirios que estarían vetados en Europa auspiciados por un régimen megalómano basado en el autoritarismo grabado a fuego en el subconsciente colectivo. Se hace necesario huir de esas simplificaciones, de esas fascinaciones, para abrir un nuevo campo de mirada para este hecho complejo.

A un ritmo de destrucción y construcción frenético, la transformación de China es un fenómeno que sirve a la vez de fascinación para insensatos y como de una especie de alegoría extrema del tiempo en que vivimos: la constatación de que el hombre ha logrado finalmente ser capaz de generar una energía incontrolable que hace de la devastación la acción simbolizadora de su hegemonía imbatible en el presente, creando la impresión de un futuro que se hace abrumadoramente inmediato e implacable.

Es imposible evitar el uso de la palabra violencia o de cualquier sinónimo, aunque la posición de análisis se sitúe lejos del catastrofismo, para poder explicar con precisión cómo está sucediendo este renacimiento o mutación bajo la política del capitalismo autoritario. En una cultura en la que durante siglos la geomancia hizo de toda actividad constructiva un acto sagrado regulado por principios cósmicos, la arquitectura se ha transformado en una actividad de destrucción deshumanizada, empresa de rapidez regida por la avidez de especuladores inmobiliarios y de intereses políticos, que no vacilaron a la hora de arrasar entre 1990 y 2002 el 40% de la Vieja Ciudad de Pekín, devastando un tejido urbano de seis siglos de antigüedad por una modernización urbana considerada imprescindible, llevando así a cabo lo que Thomas J.Campanella, autor del ensayo The Concrete Dragon (Princeton Architectural Press, 2008) ha definido como un 'holocausto urbano sin precedentes'.

Pekín encarna de manera paradigmática esta energía que puede interpretarse como destrucción creativa o como delirio aniquilador. Con su urbanismo y arquitectura de colosalidad y espectáculo, el Pekín actual es la culminación exacerbada del rechazo al pasado y a la tradición que se inició con la llegada al poder del Partido Comunista Chino prolongándose en la actual idolatría al dinero, al enriquecimiento rápido, encarnando –en palabras de la periodista Isabel Hutton- 'la confusión de una nación hambrienta de heterodoxia, comprando culturas y estilos para superponerlos a una tradición autóctona que ha perdido sus bases'. La realidad del imperio está allí, donde conviven multimillonarios con emigrantes rurales desposeídos de cualquier privilegio y mano de obra de la que depende la materialización física de esa transformación radical (cuyas condiciones de vida documenta Andreas Seibert en From Somewhere to Nowhere, Lars Müller, 2008), y entremedias, todo un espectro de ciudadanos y clases cuyas expectativas están depositadas en las promesas de esta modernización y la liberación que ella traerá, en esa nueva identidad que nadie es capaz de definir en qué consiste y en la convicción de que quizá la historia no es necesaria.

'Soy chino pero mi vida está occidentalizada en una ciudad en la que la historia sobrevive en fragmentos aislados, piezas esporádicas de tradición interrumpidas por la modernidad. Queremos conservar nuestras tradiciones y nuestro sistema de valores, peor no sabemos qué es ni uno ni otro. Treinta años después de esta explosión de poder no hay reglas, ni un plan para esta ciudad. Estamos cruzando el río sintiendo las piedras bajo nuestros pies', explica uno de los arquitectos que hablan en el libro The Chinese Dream (010 Publishers, 2008). Y posiblemente sea éste el tipo de documentación que sea necesario que comencemos a manejar para poder comprender en qué consiste la transformación del imperio chino.

Desde la posición de la confusión consciente, 'En la ciudad china. Miradas sobre las transformaciones de un imperio', la exposición que podrá visitarse en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona hasta el próximo 22 de febrero, inspira la posibilidad de una reacción intelectual que revela nuestro desconocimiento sobre la complejidad china pretérita y presente para, a partir de ésta, plantear la posibilidad de aproximarse a ella fundamentalmente desde el reconocimiento de su alteridad y la posibilidad de la apertura de una sensibilidad hacia ella.

Empezaríamos tal vez, desde esta posibilidad de mirada, a entender la revolución china como un fenómeno global, donde los elementos occidentalizantes juegan un papel muy importante pero que devienen simples convidados cuando se entiende que este cambio es en realidad un fenómeno profundo, insondable, que trasciende cualquier paradigma conocido y asimilable de forma urbana. Un fenómeno de esencia, en el que los cambios exponenciales son en realidad elementos intrínsecamente propios, expresiones intraducibles en cuya confusión sin duda estamos tratando de ver y descifrar el estado de la realidad.

 

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Publicado en ABCD las Artes y las Letras - Número 882

 

 

diseño y selección de contenidos >> Arq. A. Arcuri