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La Masa de las Nubes Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste [29/01/08]

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En el fundamento de Coop Himmelb(l)au ha latido vehementemente la inspiración de las fuerzas dinámicas de la naturaleza como referente para la creación de formas arquitectónicas. Pensar en la forma que tendría el viento si tuviese un cuerpo: esa idea de Melville en Moby Dick es una imagen de su deseo de producir espacios a través de la tensión dinámica. El intento de buscar una materialización posible para el cuerpo del viento, o la imagen de la estructura mutante de las nubes –constante inspirando el pensamiento de estos arquitectos austriacos- son planteamientos a través de los que Wolf Prix, fundador de este equipo, concibe el edificio BMW Welt, inaugurado en Munich a finales del pasado año.

Moldeado por aquellos principios de la revolución del 68 y aún poseedor de una fuerte inclinación hacia las actitudes de libertad e imaginación idealista, Prix lleva décadas sosteniendo la necesidad de construir desde la radicalidad. “La construcción visionaria es el próximo paso hacia el futuro”, sostiene rechazando creer que la arquitectura pueda experimentar una transformación evolutiva consistente únicamente desde la formulación de pensamientos visionarios que no alcancen una materialización. Inteligente Prix, no deja la radicalidad sino que la usa a su beneficio: cree en su arquitectura y no necesita pasar de bando ni utilizar el cinismo como justificación al trabajar para una multinacional. En este caso, el valor de la arquitectura construida está por encima de otras cuestiones.

BMW es la marca responsable de haber levantado edificaciones que distinguen el skyline de Munich desde hace más de treinta años. La empresa estableció en la ciudad una planta de producción en 1922 de motores y motocicletas, iniciando en 1951 la producción de automóviles. La ‘torre de los cuatro cilindros’ –como se conoce a la sede corporativa- del diseñador por Karl Schwanzer, responsable también del edificio del museo de la firma, es junto a las vecinas instalaciones del Estadio Olímpico de Frei Otto, uno de los edificios emblemáticos de la ciudad. Trascendiendo así la mera actitud autista de un edificio objeto, como pieza-rótula entre esas antiguas instalaciones de la empresa y el Olympiapark , se inserta el BMW Welt de Coop Himmelb(l)au.

El BMW Welt se concibe como un híbrido en el que confluyen las funciones de museo y escaparate comercial, centro de venta y lugar de eventos culturales y de ocio bajo un pasaje organizado bajo una única cubierta que trata de abrir un espacio, estratificado horizontal y verticalmente, antes que cerrarlo. El entramado circulatorio interior va guiando hacia las diferentes experiencias, siendo de hecho la cubierta del edificio el elemento que establece el espacio interno: El edificio de BMW ilustra nuestro deseo de construir nubes: su cubierta es una gran nube. La cubierta es una estructura espacialmente diferenciada que cubre un espacio sin apoyos, que no es una caja, ni un espacio expositivo convencional, sino que es un vestíbulo que, a través de la distorsión de la cubierta, genera varios focos principales en la percepción del espacio. La cubierta determina el espacio, diferencia el espacio, y bajo esta cubierta instalamos mentalmente el escenario que nos permitirá después colocar sobre él las funciones. El cuerpo del edificio se remata en un doble cono unido al edificio por esta cubierta.

El interior se organiza diferentes espacios temáticos que fundamentalmente definirían su programa como una especie de combinación entre ‘teatro’ y ‘lugar de venta’, un planteamiento que debe entenderse como resultante de la concepción de este edificio como una pieza urbana, que Prix compara a la Acrópolis de Atenas, “un edificio que constituía un referente urbano y que no sólo actuaba como templo, sino como lugar de encuentro y centro de información”.

El interior presenta un juego laberíntico piranesiano que entiende la circulación interior como un paseo a través del que surge una integración entre exterior-interior, ya que a través del recorrido por su interior se crea una visión, secuencia, de la ciudad circundante.

Este edificio es un hecho netamente contemporáneo, que nace como una demostración de poder de una marca automovilística y que toma de la industria automotriz su estética y formas estilizadas, que se corresponden con la potencia de un automóvil deportivo y los deseos fetichistas hacia él. Haciendo una primera lectura, no habría argumentos para negar que se trata de un edificio de vanguardia por su uso de la tecnología de una forma precisa y magnífica a fin de lograr lo que se persigue: un edificio insignia. Pero lo que se vislumbra tras su espectacularidad, hace comprender que antes que una propuesta visionaria hacia el futuro, BMW Welt está señalando el fin de un tiempo que se resiste a darse por terminado y que, tal vez, gracias a esta resistencia, se torna en un ejemplo de arquitectura tan magnífica como intrínsecamente anacrónica.

La sofisticación y fastuosidad se transformarán en especies en extinción en un mundo mediatizado, al igual que ese concepto de velocidad que se encarna en los bólidos que la marca produce. Prix plantea una metáfora ya desfasada cuando trata de argumentar la tensión en su arquitectura diciendo que construyen espacios tan rápidos como los automóviles. Es antes Melville quien le provee de una idea más trascendente para nuestro tiempo. El significado de velocidad en nuestro tiempo tiene que ver con la idea esencialmente subjetiva de una tensión latente, imperceptible, fascinada ante el conocimiento de que todo a nuestro alrededor gira descontroladamente mientras nuestra mente se halla afectada por esa calma que es de hecho el corazón mismo de la tensión.

Una sociedad hiper-tecnologizada tenderá a prescindir de o a modificar la necesidad de este tipo de piezas potentes que –como el automóvil- representan una culminación del sueño moderno, hoy ya en sus postrimerías. Si el Barroco tardío significó la culminación llevada al extremo de los postulados del Renacimiento, es posible que análogamente edificios como el BMW Welt estén marcando, en su exaltación y excelente complejidad a nivel arquitectónico y urbano, el fin del proyecto moderno. Si esto es así, este edificio de Coop Himmelb(l)au es una de las últimas más bellas obras que podemos experimentar.

 

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Publicado en el suplemento cultural de ABC.es

 

 

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